“Fue duro explicarle al cerebro que ya no sos el mismo”: Nicolás García, el DT de Petroquímicos y el fútbol como tabla de salvación
Perdió una pierna, a un amigo y su sueño de jugar al fútbol. Pero en lugar de rendirse, se volvió entrenador. Nicolás encontró en la conducción técnica, un lugar para ser resiliente.
“Si yo no hubiera tenido el cuerpo entrenado, hoy no estaría contando esta historia”, dice Nicolás García con los ojos bien abiertos, como si todavía estuviera saliendo del impacto.
En 2023, un accidente fatal en moto cerca del balneario Maldonado le cambió la vida: murió su amigo Sebastián Insabraldis, y él sobrevivió de milagro. Estuvo en coma, perdió parte de su pierna izquierda, y con ella, su carrera como futbolista. Pero no su vínculo con el fútbol.
Hoy es el director técnico del equipo femenino de Petroquímicos, una experiencia que nunca imaginó pero que lo reconstruyó desde la pasión.
▪️¿Cómo llegás a ser el DT de Petroquímicos en el femenino, un terreno nuevo para vos?
—Fue por Sandra, la subsecretaria del club, que me conocía de lo social y le gustaba cómo me manejaba. Me ofreció un puesto de subdelegado. Pero el DT que iba a arrancar no siguió y entonces me ofrecen tomar el mando. Sin experiencia en femenino, sí, pero con muchas ganas.
▪️¿Y qué te empujó a asumir sin haber dirigido antes mujeres?
—El desafío. Sabía que era otro ambiente, pero pensé: "Es fútbol". Después entendí que no es exactamente igual, pero tiene muchos códigos en común. Y la cancha sigue siendo la misma.
▪️¿Qué diferencias notás con el masculino?
—La formación. Un pibe arranca en escuelita, pasa por infantiles, juveniles, tiene más roce. Las chicas muchas veces empiezan grandes o con menos herramientas. Pero tienen un hambre enorme. Me encontré con un grupo muy bueno. Tal vez no bien orientado, pero con mucho potencial.
Desde su historia personal, Nicolás sabe que todo proceso requiere esfuerzo, caída, aprendizaje. “El fútbol femenino está buscando profesionalizarse. Y nosotros desde el banco tenemos que empezar a tratarlas como profesionales, hacerlas entender que están jugando en Argentina, donde se vive el fútbol con el corazón en la mano”.
La autocrítica no le tiembla. “Cuando llegué, encontré un buen grupo, pero sin la orientación para el nivel que están jugando. Hoy entrenamos más, hablamos más, buscamos que entiendan el juego desde otro lugar”.
▪️¿Y qué te gustaría construir con ellas mientras estés en Petro?
—Me gustaría que se conviertan en jugadoras enteras, que entiendan que entrenando, dedicándose y sacrificándose, se logran cosas. Que esto también es fútbol. Y que vale.
▪️¿Qué pasó aquel día? ¿Cómo recordás el accidente?
—Fue una noche común. Comí con mis abuelos. Sebastián (Insabraldis), que era mi compañero de trabajo, me pasó a buscar. Íbamos a laburar. Y después… pasó. Recuerdo todo. No se me borra nada. A veces quisiera olvidarlo un poco, pero no. Lo tengo todo. Estaba impecable físicamente y eso me salvó la vida. Si tenía presión, colesterol, lo que sea, no la contaba.
Sebastián Insabraldis murió. Nicolás quedó al borde. En coma, múltiples cirugías, y finalmente la amputación de una pierna. El fútbol parecía terminar ahí. Pero fue el mismo fútbol el que se convirtió en soga y salvavidas.
▪️¿Cuándo sentiste que ibas a salir adelante?
—Desde que desperté del coma. Estaba muy acompañado. Familia, amigos, médicos, compañeros de todos los clubes que pasé. Liniers, Pacífico, Atlético Monte Hermoso. Carteles, mensajes, todo me dio fuerza. Y la cabeza también. Me dije: “No quiero volver al infierno que pasé. Solo me queda para arriba”.
▪️¿Hubo un click? ¿Un momento donde algo se activó?
—Sí. Tocar fondo. Darme cuenta de que me hacía problema por pavadas. Perdí una pierna. Perdí a un amigo. Estuve muerto. Y cuando entendí que estaba vivo, que seguía acá, fue como decir: “¿Qué hago con esto?”. Bueno, seguir. Con todo.
Nicolás no lo dice para quedar bien. Lo dice porque lo vivió. La prótesis, hoy, es parte de él. “Es como tener el botín puesto, con una venda. Al principio no pasa nada. Pero cuando pasan las horas, molesta. Pica, duele. Pero no me detiene”.
▪️¿Cuál fue la primera reacción al ver que siendo futbolista ya no tenías parte de una pierna?
—Fue duro. Fue duro verse uno mismo... Explicarle al cerebro que no sos el mismo de antes. Porque uno puede decir “no, me falta una pierna”, pero después entenderlo, analizarlo y comprenderlo... es un montón. Eso es lo más desgastante. Lleva mucho tiempo. Aunque te lo digas todos los días, lleva un laburo constante: kinesiología, psicología… Todos los días fue una guerra constante con uno mismo.
▪️¿Cómo es convivir con eso en el día a día?
—Complicado. El cuerpo tarda años en adaptarse. Te salen ampollas, callos. Y mientras tanto, yo estoy 4 o 5 horas parado en un entrenamiento. Después llegás a casa y no das más. Pero ahí estás.
▪️¿Y qué te enseñó todo esto?
—Entender que no iba a jugar más al fútbol me dolió más que perder la pierna. Suena loco, pero es así. Yo era eso. Y de golpe me lo sacaron. Aprendí que los afectos valen más que todo. Y que con pasión, puedo seguir estando en una cancha.
▪️¿Sentís que tu vida hubiera sido completamente distinta si no hubiera sido el fútbol?
—Totalmente. Me hubiera buscado un laburo cómodo, bien pago. Esto que hago no es lo más rentable, pero me alimenta de otro lado. Estoy en contacto con chicas que muchas veces vienen de contextos jodidos. Y uno está ahí, ayudando, enseñando, aconsejando. Eso también es ser DT.
▪️¿Qué les decís a los que creen que una tragedia te entierra?
—Que no. Que también te puede construir. Que no se trata de lo que te falta, sino de lo que hacés con lo que tenés. La vida sigue, si vos la querés seguir.
▪️¿Qué ves cuando te mirás al espejo?
—Un guerrero. Estuve en el infierno. Hoy tengo momentos de alegría, de preocupación, de estrés. Pero me miro y sé que soy un guerrero que no se rinde. Nunca.
Hoy Nicolás García no corre detrás de la pelota. Pero sigue jugando el partido más difícil. Y lo está ganando.